viernes, 14 de diciembre de 2012

"Acantilados de Papel" Reseña de Cármen Martínez Falla.

 

viernes, 14 de diciembre de 2012

El drama frente al vacío

Dolores Estal Hernández
Los gatos de Santa Felicitas
Ediciones Amaranto Cultural, 2011

Antes de comenzar esta reseña, he de decir que el vínculo que me une a Dolores Estal es muy grande, ya que se trata de mi compañera en la redacción de la revista Amaranto Cultural. Ella es, además de secretaria, nuestra coordinadora del área de literatura, funciones ambas que desempeña a la perfección. En nuestra redacción estamos encantados de contar con Dolores (nuestra Lola). Es voluntariosa, animosa, eficiente, cumplidora y, lo más importante, muy buena persona y excelente compañera. Personalmente quiero felicitarla por esta obra literaria que ha regalado a la cultura.

La literatura y las palabras han conseguido que surgiera esta historia novelada, con el título de Los gatos de Santa Felicitas. Es un libro formado con partes traídas de dos lugares del mundo: Argentina y España. La autora ha sabido unir fragmentos y dar forma al relato tomando cosas de aquí y de allá, y lo ha hecho muy bien.

En este libro se encuentra condensada, una parte de la historia vivida en la dictadura de finales de los años setenta en Argentina. Tratar de dar unas pinceladas de su contenido resulta difícil, porque es tan denso el relato; y tal la evidencia de un trabajo tenaz, concienzudo y documentado que se me hace casi imposible destacar tal o cual capítulo. De todos modos, quiero decir que Dolores Estal, en esta novela, ha sabido demostrar una vez más, que el maridaje entre literatura y arte, funciona; al igual que el misterio, el romance y los finales imprevisibles. De modo que la historia, el amor, el desamor, la obsesión y la muerte forman parte de esta obra, que nos hace recordar temas que nunca deberían quedar en el olvido.

Cualquiera que lea este libro, quedará encantado por la sencilla riqueza narrativa y descriptiva desplegada en él. Es de esos libros que se leen de un tirón. Os lo aconsejo.

Este es el primer libro que publica Dolores Estal, pero no lo primero que escribe. Antes ha escrito algunos cuentos distribuidos en pequeños libros, así como gran cantidad de poemas de una calidad innegable, y que espero de a conocer algún día con su publicación.

Finalmente hago mías las palabras incluidas en la sinopsis del libro: «En En Barracas, Buenos Aires, la iglesia de Santa felicitas ejerce un gran poder de seducción sobre el joven que, de espaldas a la turbulenta realidad argentina de su tiempo, intenta sobrevivir sin ser arrastrado por los acontecimientos. Para ello, el amor y la distancia juegan un papel esencial, haciéndose ambos elementos prioritarios y ocupando el espacio anteriormente dedicado a una obsesión. El arte se suma al escenario, convirtiéndose en el tercer componente de un tríptico que desembocará en un episodio inesperado.»

«Los gatos de Santa Felicitas surge del drama de una despedida. Constituye una firme defensa frente al vacío que suponen las ausencias injustificadas, transformando el dolor en letras, y el silencio de una voz en recuerdo».

Carmen Martínez Falla
Carmen Martínez Falla es presidente de Amaranto cultural y directora de la revista Amaranto.
 
 

martes, 28 de agosto de 2012

Reseña del profesor Carlos Cabrera




Los Gatos de Santa Felicitas


La novela transcurre en dos ámbitos espaciales distintos y distantes: Barracas, barrio del sur de Buenos Aires y Puerto Sagunto, Valencia sobre el Mediterráneo; primer acierto de una historia que se deja llevar sola, sin altisonancias ni recursos literarios pomposos. El ámbito físico real, que encierra el espíritu de los hechos narrados, será la Iglesia de Santa Felicitas, frente a la Plaza Colombia, allí donde reinara en el siglo XIX una familia acaudalada, los Álzaga (vecinos de los Montes de Oca, Balcarce y otros terratenientes que ocupaban esa porción del Buenos Aires decimonónico). El narrador, cuyo nombre desconocemos, nos relata el drama de aquella familia y los secretos de un alma viva (Felicitas Guerrero) que perdura en el recinto de la iglesia. Para ello se sirve de un personaje incierto, Calixto y sus gatos. Un recurso imaginario para conocer el fondo de la historia. Sin embargo, ahora, todo transcurre en un año crucial para la Historia Argentina: 1978. Es un tiempo de incertidumbre y persecución ideológica, oculto detrás de un Mundial de Fútbol que nunca debió ser parte de la trama. De modo simultáneo, la autora construye una historia hecha de romanticismo entre el narrador y su enamorada; el segundo gran acierto de Dolores Estal Hernández, acompañar el fondo del relato segmentando otra línea argumental no menos fuerte y atractiva: Un idilio que cruza el mar y vincula dos parcelas en mundos tan parecidos como diferentes. Y es una realidad consecuente con los viajes de idas y vueltas, con los vaivenes bajo el cual existimos, con la pleamar y la marea baja, yendo y viniendo, dejando huellas y arrastrando marcas.

En Barracas se huele el aire porteño de Buenos Aires, sus costumbres, lugares, giros idiomáticos; en Puerto Sagunto, también. Si por un lado, el pebete de jamón y queso y el café con leche o la pizza con fainá y moscato recuerdan un mediodía cualquiera, allí o en el barrio contiguo de La Boca, en esos domingos de pasión y fútbol, por la otra cara, el chocolate con churros y la horchata nos hablan también de otro aire porteño a once mil kilómetros, el de Puerto Sagunto. Si por un lado se camina por el viejo barrio de Buenos Aires partiendo desde la Iglesia (incluso llegando hasta Caminito), en el otro se camina por El Carmen hasta la Catedral valenciana. La descripción siempre es sencilla y nos traslada para ubicarnos en el tiempo y en el espacio. Las coordenadas son precisas, tercer gran acierto. Dos mundos, dos horizontes, dos búsquedas.
Los ejes del relato no excluyen el fondo. Si en un ámbito se percibe la inseguridad oculta del pensamiento libre (aparecen citados La ESMA y el Vesubio, lugares de tortura y desaparición física) con la lucha callejera de las Madres de Plaza de Mayo, en el otro también deja lugar para la reflexión sobre los Altos Hornos y la lucha obrera: "Vienen malos tiempos para la siderurgia...la política industrial no augura nada bueno" (pág. 195).

"Los Gatos de Santa Felicitas", permite descubrir mundos nuevos: Quien lee desde Barracas descubre Puerto Sagunto; quien lee desde Puerto Sagunto descubre Barracas. La novela es un eco de emociones que van y vienen, es una ola pacífica que transcurre en polos opuestos y atraviesa el mar profundo. La autora, en todo momento también invita a reflexionar, al sueño profundo de los ideales, a rescatar lo que todavía vive y a no perder la orientación de nuestra propia estrella.
Doble motivo para involucrarme con la novela, por un lado, el mero y simple hecho de que transcurra en un viejo barrio donde he vivido, en un tiempo, aún, ajeno a las circunstancias de un mundo paralelo; por el otro, descubriendo la historia ibérica, sus costumbres terrenales y sus paisajes encerrados entre el mar y las sierras nevadas.
Dolores Estal Hernández irrumpe con su primera novela, con sencillez expresiva y altura literaria, con poco ruido y grandes méritos escondidos. Estáis invitados a disfrutar de su lectura. (Ediciones Amaranto Cultural, 2011).

Profesor Carlos Cabrera, Valencia 11 de febrero de 2012.
 

lunes, 27 de agosto de 2012

Reseña de F. Javier Illán Vivas

Los gatos de Santa Felicitas



Dolores Estal Hernández
Los gatos de Santa Felícitas.
Amaranto cultural, 2011

Hay que llegar al final de esta novela, la primera que publica Dolores Estal, para tener la certeza de que en ningún momento ha sido su intención “juzgar ni justificar unos acontecimientos vividos por una parte de la ciudadanía argentina durante los años de la Dictadura Militar”, confesión que puede constituir una de las sorpresas que aguardan al lector o lectora en cualquier rincón de las precedentes doscientas treinta páginas.
Una novela que tiene mucho de ausencias, pues una ausencia, la de su hermano Blas Estal, es el germen de conocer, en la distancia, la Iglesia de Santa Felicitas, en el barrio de Barracas, Buenos Aires, Argentina y, fijado el eje de la novela, a través de uno de los personajes, Rosita en concreto, unirlo con la costa mediterránea de España, allá donde vive la autora, que seguro nos espera para pasear por su amada Calderona mientras disfrutamos del paisaje y de sus aromas.
Pero una novela cuya trama transcurre durante el periodo de la Dictadura Militar- así escrito por ella, en mayúsculas- difícilmente puede dejar a un lado, en algún momento de la narración, las desapariciones de jóvenes, las torturas, las bolsas de plástico en la cabeza de las víctimas y, o mejor dicho, o cómo éstas eran arrojadas al mar desde aviones.
Y eso que Santa Felicitas es una Iglesia que atrae inopinadamente al joven protagonista, el mismo que nos narra la historia desde lo que ve y desde lo que cree ver cuando tiene experiencias místicas en el interior del templo. Allí, además de conocer a cientos de gatos, entabla amistad con Calixto, otro enigmático personaje seducido también por el lugar y lo que en él cree ver, o cree oír, y que el lector tendrá que descubrir a lo largo de la narración.
Dolores Estal ha tenido mucho cuidado en ocultarnos la identidad del joven narrador. Conoceremos a todos los personajes por su nombre, menos a él. A Mariela, su madre; a Mateo, la pareja de su madre, y cuyo anuncio de boda desatará confesiones inesperadas; a Juan, cuya desaparición y ausencia lo harán más dolorosamente presente; a Isabel, su hermana; a Rosita, su novia, enamorada tanto de su tierra española como de sus lazos argentinos; al citado Calixto... pero quien escribe esto se ha quedado con las ganas de conocer el nombre del protagonista y narrador.
Un joven que tiene muy presente que “en ocasiones somos nosotros mismos quienes generamos los prodigios con nuestra fuerza”, y en la novela hay mucho de esos prodigios personales hasta llegar a un final del que yo mismo me pregunta si es ¿inesperado?
 
Francisco Javier Illán Vivas
 
 

jueves, 19 de julio de 2012

De la introducción


Imagen parcial de la fachada de la iglesia de Santa Felicitas


Quiso la fatalidad que hace ya poco más de un año me pusiera en contacto con una amiga y colega de mi querido hermano, ausente hoy en mis días, aunque no en mi recuerdo.
    Quiso tal vez el azar, que de ese primer contacto surgieran otros posteriores en los que yo le regalara algunos poemas y relatos, y que ella a su vez, me obsequiara con una serie de fotografías y con algunas de sus interesantísimas obras New-Art que conservo junto con otras joyas artísticas y literarias en «mi caja de los tesoros».
    Y quiso, quizá el capricho del destino, que como consecuencia de aquel primer contacto con Buenos Aires en un aciago día de septiembre de 2008, viera la luz con el transcurrir el tiempo, una historia entre dos mares, surgida a raíz de un simple e-mail y de la necesidad de contar vivencias ajenas que me hicieran olvidar en algunos momentos las mías propias del último año.
    Unos edificios en mal estado y un rostro felino hicieron el resto...



Fotografía: Débora Tráchter

domingo, 15 de julio de 2012

Cartel de presentación


Cartel realizado por Franciska Berenguer. Corresponde a la presentación de Los gatos de Santa Felicitas que, organizada por Amaranto Cultural, se llevó a cabo en el salón de actos del Centro Cívico de Puerto de Sagunto el pasado día 7 de febrero de 2012.

martes, 26 de junio de 2012

El gato que vino de Barracas.


Fue en un día de verano porteño, allá al otro lado del mar. Mis amigas habían decidido visitar algunos lugares de esos que pasan inadvertidos a quienes habitualmente los encuentran a su paso en las rutinas de sus días. Pasearon por la plaza Colombia, sin prisas, charlando de sus cosas... de esas cosas que solo a las amigas importan.
    Se toparon con Santa Felicitas y acordaron visitar su recinto y, ya puestas, el interior de la iglesia. Entre aquellos muros, con más de un siglo en la porosidad de su superficie, se respiraba la magia y, si se sabía mirar, se observaba el arte. De la misma manera, si se sabía escuchar al silencio se apreciaban los susurros y el sonido que producen las sedas de los vestidos cuando se rozan entre ellas en el caminar gracioso de una dama.
    No pudo haber reportaje fotográfico del interior de aquella iglesia. Alguien lo impidió en aquel día de plácido paseo, de la misma manera que lo prohibió unos años más tarde. No obstante, ya en el exterior, las amigas consiguieron unas fantásticas tomas del frondoso patio, de la medio escondida gruta con su virgen adosada en la oquedad de la roca y de los inquilinos que habitaban entonces el recinto: La gran familia de gatos de Santa Felicitas.
    El rostro de uno de esos gatos cruzó el gran mar y se instaló en mi monitor, en esta orilla porteña, junto a mi propio mar y al pie de mi sierra.
    Dos años más tarde, volvió al barrio de Barracas, lleno de vida, entre las páginas de esta novela.


Fotografía de Débora Tráchter

miércoles, 20 de junio de 2012

Acto de presentación




Acto de presentación de Los gatos de Santa Felicitas.
En la mesa: Carlos Cabrera, profesor de Lengua y Literatura, licenciado en Historia por la Universidad de Valencia; Maribel Sáez, concejal de Cultura del Excmo. Ayuntamiento de Sagunto; Dolores Estal, autora de Los gatos de Santa Felicitas; Carmen Martínez Falla, presidente de Amaranto Cultural y directora de la revista Amaranto.
El acto, organizado por la asociación Amaranto Cultural se llevó a cabo en el salón de actos del Centro Cívico de Puerto de Sagunto, el pasado 7 de febrero, y contó con una masiva asistencia.


Fotografía: Franciska Berenguer.

viernes, 15 de junio de 2012

Exterior de la iglesia de Santa Felicitas


Exterior del recinto de la iglesia de Santa Felicitas. Al fondo, a la derecha, se puede apreciar la pequeña gruta que alberga la imagen de la virgen de Lourdes. Aunque en la fotografía, realizada por Débora Tráchter, no aparece ningún gato, varios se encontraban deambulando por el recinto.
En la novela este patio es visitado de forma continua.

domingo, 19 de febrero de 2012

Sinopsis del argumento


Barracas, Buenos Aires. Finales de los años setenta.  

La iglesia de Santa Felicitas ejerce un gran poder de seducción sobre el joven que, de espaldas a la turbulenta realidad argentina de su tiempo, intenta sobrevivir sin ser arrastrado por los acontecimientos. Para ello, el amor y la distancia juegan un papel esencial, haciéndose ambos elementos prioritarios y ocupando el espacio anteriormente dedicado a una obsesión. 
El arte se suma al escenario, convirtiéndose en el tercer componente de un tríptico que  desembocará en un episodio inesperado. 


Los gatos de Santa Felicitas es la primera novela publicada por Dolores Estal. Surgida del drama de una despedida, constituye una firme defensa frente al vacío que suponen las ausencias injustificadas, transformando el dolor en letras, y el silencio de una voz en recuerdo.